martes, 11 de diciembre de 2012

Capítulo 32: Sola ante el peligro


Capítulo XXXII
SOLA ANTE EL PELIGRO
Jack y Erika se encontraban preparados en su puesto de vigilancia, acompañados del teniente Biggs, y dentro del monumento histórico. Los tres habían llegado hasta su objetivo a través de la red de alcantarillado que había bajo la ciudad, para no ser vistos. Los dos magos dieron las gracias al jefe de la resistencia por acompañarlos, ya que la red de alcantarillado era un inmenso y complejo laberinto, lleno de caminos y callejones sin salida. Incluso con el teniente encabezando el grupo y un mapa de las alcantarillas de Metroya, tardaron casi veinte minutos en recorrer el subsuelo de la ciudad. Estaban seguros de que ambos solos no habrían conseguido llegar nunca bajo tierra.

Camuflado por sus paredes, el interior del monumento histórico tenía varias plantas con escasas ventanas muy bien camufladas. En la última de arriba se encontraba el sistema de poleas que permitía subir y bajar las rejas de acero para casos de emergencia. Jack y Erika habían estudiado detenidamente el estado de aquel sistema, antiguo y lleno de polvo, que probablemente nadie había movido a lo largo de los siglos de la historia. A juzgar por su estado, moverlo no iba a ser nada fácil. Por suerte, tenían al ancho y musculoso teniente Biggs en su equipo, preparado para ayudarlos a bajar las rejas.

Sabían perfectamente que sólo tenían una oportunidad para encerrar a Venigna en aquella gigantesca jaula. Si algo salía mal, aunque fuera un pequeño error, la misión fracasaría, y por ello no podían permitirse ningún error. De ellos y del equipo francotirador dependía el desenlace del tremendo conflicto mundial que estaba a punto de desencadenarse.

Empezaban a notar la ausencia de la princesa, y el sonido de los tambores y trompetas del desfile ahí fuera los ponía cada vez más nerviosos. Faltaba muy poco tiempo para llevar a cabo la misión Arco Triunfo y pasar a la acción:
- ¡Sólo faltan cinco minutos para las ocho y media!- indicó Roger, alarmante- ¿¡Dónde se ha metido Cristal!?
Mientras Biggs ya no podía evitar morderse las uñas y caminar bastante nervioso de un lado a otro mientras miraba continuamente por las ventanas y el reloj de su muñeca, Jack observaba con unos prismáticos al exterior. No dejaba de mirar la azotea del edificio más cercano, en donde se situaba Alana, preparada con su arma para la acción. Seguía sin señales de sus compañeros francotiradores:
- Eduardo, ¿dónde estás?- dijo Jack en voz baja para sí mismo- completamente nervioso y preocupado- faltan solo cinco minutos…me prometiste que volverías antes de la hora fijada…por favor, no rompas la promesa…

La situación era cada vez peor, no recibían noticias del equipo francotirador. Faltaban pocos minutos para la puesta en marcha de la operación, y los tres comenzaron a sospechar, con miedo, lo evidente:
- Estoy muy preocupada- comentó Erika- ¿creéis que les habrá pasado algo?
- Han ido directos a la mismísima morada de Venigna- respondió el teniente- eso ya de por sí es demasiado peligroso…ninguno de los nuestros ha vuelto con vida para contarlo…
Biggs cogió nuevamente el transmisor de comunicación de su cinturón, y se lo acercó a la boca mientras pulsaba un botón y pronunciaba, nervioso:
- ¡Aquí equipo Arco Triunfo! ¿Me reciben, equipo, equipo francotirador?
En ese momento respondió al otro lado de la línea una voz muy conocida por los dos magos:
- ¡Aquí equipo francotirador!- comunicó Alana desde su transmisor- ¡le recibo, por aquí todo sigue en orden, cambio!
- ¿No hay señales de sus compañeros de equipo? ¡Cambio!
- No, teniente…no ha llegado nadie, y falta poco tiempo para la operación…mucho me temo que tendremos que abortar la misión…cambio.
El jefe de la resistencia de Oblivia respondió a la pelirroja:
- No podemos hacer eso…la próxima Gira de la Victoria es el año que viene, y para ese entonces ya habrá estallado la guerra…y seguramente también acontecido el fin del mundo…la existencia tal y como la conocemos habrá desaparecido para siempre…- explicó el teniente- si queremos evitar la catástrofe, éste es el momento…no tendremos ninguna otra oportunidad de matar a Venigna…y lo haremos nosotros solos si hace falta….cambio.
- Entendido, teniente…- respondió Alana- en ese caso, mucha suerte a todos…y que los dioses estén hoy de nuestra parte…cambio y corto.

La voz de la pelirroja dejó de sonar, estaba claro que iba a disparar aunque fuera ella sola, si era necesario. En un nuevo intento por establecer comunicación con los restantes miembros del equipo francotirador, Biggs volvió a decir, hablándole al transmisor:
- Aquí equipo Arco Triunfo, ¿me reciben, equipo francotirador? Por favor, contesten… ¿me recibe alguien?
No hubo respuesta. Un sonido de lluvia indicaba la no comunicación al otro lado del transmisor:
- Soldado Wedge, Rex, Eduardo… ¿me recibís? ¡Cambio!
Seguía sin responder nadie. Las sospechas se confirmaban por momentos, y ya iba siendo hora de asumir la terrible verdad. Definitivamente les había pasado algo, y no podían descartar la posibilidad de que estuvieran muertos. De ser así, la profecía jamás se cumpliría, y todos ellos junto al mundo de La Tierra y Limaria, estarían condenados irremediablemente a morir.

Biggs se dirigió a los dos magos, para comunicarles tristemente la mala noticia:
- Jack, Erika…mucho me temo que…vuestros amigos no han sobrevivido al rescate de la princesa…
Ambos palidecieron de repente, aquellas palabras les habían dejado sin habla. No podían creer que Eduardo y Rex acabaran así, de aquella manera:
- No…no puede ser…- dijo la chica, temblando y asustada- ellos…ellos no…
- Lo siento mucho…ahora que ha muerto “él”, ya no podemos…
En ese momento Jack alzó la voz, firme y seguro de sus palabras. No dejó terminar la frase al teniente:
- ¡No está muerto!- casi gritó el mago, furioso- ¡me hizo una promesa y dijo que la cumpliría! ¡No puede morir, porque sabe que él nos guía y lidera a todos…sabe que tiene que salvar este mundo con ella!- estalló Jack- ¡por eso mismo, todavía no puede morir…no sin antes haber cumplido la profecía!
Biggs y Erika lo miraban, perplejos y con la boca abierta:
- ¡Es nuestro compañero, nuestro amigo…y por eso….sé que está vivo! ¿¡Entendido!?
 - Pero, Jack…

En ese momento la chica volvió la vista al exterior, y lo que vio la hizo palidecer de terror. Enseguida avisó a sus compañeros:
- ¡Chicos, mirad!- señaló la joven.
Jack y Biggs hicieron lo que dijo ella, y sus rostros también mostraron una escalofriante expresión de sorpresa. No querían creer lo que veían, pero estaba a punto de ocurrir lo inevitable.
La carroza de Venigna, con la bruja sentada en su trono, había pasado la esquina y se adentraba en la calzada romana, camino directo al Arco de Triunfo. Era solo cuestión de minutos que la carroza pasara por debajo del monumento y se situara en el punto señalado para la trampa:
- Oh no…- dijo Biggs en tono preocupante, que luego se volvió hacía sus compañeros y ordenó sin vacilaciones- ¡Chicos, rápido, preparaos!
- Pero… ¿¡Y Cristal, Eduardo y Rex!?
- ¡No hay tiempo!- afirmó el teniente- ¡tendremos que hacerlo nosotros!
Los dos magos asintieron con la cabeza y ambos corrieron a sus puestos, muy nerviosos y con el pulso del corazón entre dos latidos. Ahora la iniciativa de la misión dependía únicamente de ellos, si salía algo mal toda la misión fracasaría.
Faltaban dos minutos para las ocho y media.

Mientras tanto, en la azotea del edificio más cercano al Arco de Triunfo, Alana afinaba su puntería con el fusil en sus manos. No estaba segura de hacerlo bien, pues nunca antes había cogido un arma de fuego, y temía que fallara el disparo:
- Maldita sea…- se dijo a sí misma, con el pulso a flor de piel.
Intentaba apuntar a algún objetivo visible de más o menos la distancia del Arco de Triunfo, pero le temblaban las manos y no era capaz de apuntar correctamente. Después de muchos intentos por tratar de controlar su pulso, finalmente se dio por vencida y dejó el fusil en el suelo, cerca de ella:
- Es inútil, no lo conseguiré…- dijo, hundiendo la cabeza en sus brazos- sola no, necesito ayuda.

En ese momento oyó ruidos a sus espaldas. Se giró con el rifle en guardia, y al reconocer las siluetas que se aproximaban corriendo a ella, bajó el arma y exclamó, completamente perpleja y con la boca abierta:
- ¿¡Rex, Eduardo, Wedge…qué ha pasado!?- preguntó la pelirroja, al ver las heridas que tenían por todo el cuerpo.
- Es…una larga…historia…- dijo Rex, jadeando del cansancio- hemos…tenido…que volver…a toda…prisa…
- ¡Pero…! ¿¡Y Cristal!?- interrogó la piloto, preocupada- ¿¡Está bien!? ¿¡Dónde está!?
Fue entonces cuando el soldado de Oblivia aclaró, con palabras inseguras:
- Su majestad no está bien… ¡ha ido a enfrentarse a la mismísima Venigna…ella sola!
- ¿¡Qué!?- exclamó Alana, atónita- ¿¡Pero a esa chica se le ha ido la olla o qué!? ¡¡No durará ni diez segundos contra ella…es un suicidio!!
Rex intervino en ese momento para comunicarle a la pelirroja las últimas palabras de la princesa:
- Nos dijo que abortáramos la misión y escapáramos de la ciudad, antes de que sea demasiado tarde…no sé qué podemos hacer…
- ¡Pues está claro!- exclamó Eduardo, firme y seguro de sí mismo- ¡vamos a ayudarla!
- ¿¡Pero qué dices!?- preguntó Rex, perplejo- ¡¡Sin Cristal en el Arco de Triunfo no podemos iniciar la misión!!
- ¡No, tiene razón!- le apoyó Wedge- ¡La misión Arco Triunfo debe seguir adelante…es nuestra única oportunidad para asesinar a Venigna…no tenemos otra!

Lo que les dijo el joven a sus compañeros los dejó sin habla y con la boca abierta:
- ¡Cristal nos ha ayudado siempre, a su manera…y gracias a ella hemos podido superar muchos de los obstáculos en nuestro camino!- explicó Eduardo- ¡es el momento de devolverle el favor…ésta es su lucha, y nos necesita ahora más que nunca…debemos demostrarle que no está sola, que estamos unidos y que permaneceremos con ella hasta el final!
Las palabras del chico conmovieron a la mujer y al perro, recordando en ese instante el momento en que se reencontraron todos en el continente norte. Fue entonces cuando recordaron que la chica con coletas era su amiga, y que formaba parte de su gran familia. Después de todo lo que había hecho ella por ellos, no estaban dispuestos a dejarla sola frente al peligro, y mucho menos ahora:
- ¡Muy bien!- sonrió Alana, firme y segura de sí misma- ¡Toca cacería de brujas!
- ¡Ayudaremos a Cristal en todo lo que podamos!- añadió el perro, de la misma manera- ¡La misión Arco Triunfo sigue adelante!

Eduardo y Wedge intercambiaron una mirada, y ambos asintieron con la cabeza. Alana le dio al joven su fusil mientras que el soldado extraía el suyo propio bajo su traje de encapuchado. Todos se pusieron en posición de francotiradores, frente al lado de la azotea del edificio que comunicaba visualmente con el Arco de Triunfo, mientras acercaban un ojo y observaban por la mirilla del arma:
“Te ayudaremos, Cristal”- pensó Eduardo- “recuerda que no estarás sola”
Faltaba un minuto para las ocho y media.

Era casi la hora, faltaban treinta segundos. La carroza de Venigna estaba a punto de entrar en el Arco de Triunfo, tal y como habían previsto, a la hora exacta. Jack, Erika y Biggs contaban los segundos que faltaban a través del reloj de la muñeca del teniente. Estaban muy nerviosos y les temblaban las manos, agarradas al eje conductor del sistema.

Los últimos diez segundos fueron los más tensos y eternos para todo el grupo.

Al llegar a cero, la carroza de la bruja ya estaba dentro del monumento, sobre el punto señalado para la trampa. Fue entonces cuando Biggs gritó:
- ¡¡Chicos, ahora!!
Los tres reunieron fuerzas en sus brazos y manos y trataron de poner en funcionamiento el antiquísimo sistema de poleas, que desgraciadamente no respondía a su petición:
- ¿¡Pero qué pasa!?- preguntó Erika, atónita- ¡¡no se mueve!!
- ¡¡Intentémoslo de nuevo!!- dijo Jack.
El grupo trató nuevamente de mover el eje, esta vez con todas sus fuerzas, pero sin éxito. Hacía tantos siglos de historia que no se ponía en funcionamiento que intentar moverlo ahora era un duro reto. Ni siquiera con la tremenda fuerza de los brazos anchos del teniente eran capaces de mover más de tres centímetros del eje conductor:
- ¡¡Maldita sea…!!- exclamó Biggs- ¡¡muévete!!
La situación se complicaba radicalmente. No esperaban que costase tanto mover aquel eje, y en aquellos momentos andaban a escasos segundos de tiempo. Dadas las circunstancias, sabían que hacía falta la fuerza de una cuarta persona, y desearon enormemente que Cristal estuviera allí para ayudarles.

El equipo francotirador se encontraba confuso y desconcertado. Su objetivo ya se encontraba dentro del monumento y era la hora de actuar. No entendían por qué no bajaban las rejas del Arco de Triunfo:
- ¿¡Pero qué pasa!?- preguntó Alana, confusa- ¿¡Por qué no encierran a la bruja de una vez!?
- Algo va mal- respondió Rex- seguro que el otro equipo tiene problemas.
- En ese caso, esperaremos un poco más- dijo Wedge- si vemos que no consiguen bajar las rejas, dispararemos directamente a Venigna…justo antes de que salga del Arco de Triunfo.
Eduardo y los demás asintieron con la cabeza, y continuaron en sus posiciones a la espera de los próximos acontecimientos. Podían sentir, nerviosos, sus corazones entre dos latidos.

La situación en el Arco de Triunfo era crítica y desesperada. Venigna había pasado el punto señalado para la trampa y se disponía a salir del monumento. Parecía que la misión estaba condenada a fracasar:
- ¡¡Mierda!!- exclamó el teniente- ¡¡necesitamos ayuda!!
Justo cuando parecía que todo estaba perdido, y que Biggs, Jack y Erika habían perdido toda esperanza, dos manos más se unieron a las suyas en el eje conductor y les prestó su ayuda. Las caras de asombro y perplejidad se mostraron en los rostros de los tres miembros del equipo Arco Triunfo:
- ¡¡Cristal!!- exclamaron todos.
- ¡¡No preguntéis nada!!- cortó la chica con coletas- ¡¡sólo moved esto, no nos queda tiempo!!

Jack sonrió para sí. Que la princesa estuviera allí con ellos sólo podía significar una cosa. Eduardo había cumplido con la promesa, y en aquellos momentos debía de estar con Alana, Rex y Wedge, a la espera de su actuación para poder disparar. El esfuerzo de su amigo y el logro por traer a Cristal de vuelta infundieron ánimo y fuerzas al mago para intentarlo una vez más.
Los cuatro sólo se concentraron en reunir todas sus fuerzas para mover aquel sistema, parado durante siglos de historia. Debían conseguirlo por ellos, por sus amigos, por Oblivia y por el resto del mundo entero.

La carroza de la bruja estaba a punto de salir del Arco de Triunfo. Los cuatro, sudando y con tremendo esfuerzo físico, concentraron todas sus fuerzas en el eje conductor del sistema de poleas. Tras pasar los peores segundos de esfuerzo físico de sus vidas, milagrosamente en un mismo movimiento a la vez, consiguieron mover el eje que controlaba el aparato central.
Habían reactivado el sistema, y debido al desgaste de las cadenas tras más de dos mil años, éstas se rompieron frágilmente. El eje de la polea interior giró tan rápido y frenéticamente que golpeó y empujó a los cuatro, tirándolos brutalmente al suelo.

En el preciso momento en que las cadenas se rompieron, las rejas de acero cayeron rápida y repentinamente como una guillotina frente a la carroza de Venigna, que chocó justo a tiempo antes de que saliera del monumento.
El estruendoso sonido que se produjo por todo el lugar, sumados al giro radical del desfile y a la detención de la orquesta de gala, llenó de confusión y desconcierto a la población metroyana, al ver la Gira de la Victoria de su reina interrumpida de aquella forma. Era la primera vez en toda la historia de Metroya que ocurría algo semejante en una Gira de la Victoria.
La bruja Venigna no daba crédito a los últimos acontecimientos. Estaba sola y encerrada en aquel gigantesco monumento histórico, y supo sin duda que aquello sólo podía ser obra de algún grupo minorista en contra de sus ideales. Se levantó de su trono, frustrada y a la vez sorprendida, mientras el terror, el revuelo y la confusión invadían a la muchedumbre metroyana, que observaba atónita el espectáculo.

Aquella era la señal. Alana, Eduardo y Wedge se dispusieron a disparar desde sus puestos. Con un eficaz método psíquico, respiraron hondo y dejaron la mente en blanco, olvidando todo cuanto los rodeaba, y concentrándose plenamente en su objetivo. Perfectamente sincronizados y al mismo tiempo, los tres apretaron el gatillo y dispararon a la vez, poniendo sus esperanzas en aquellas balas.

En una fugaz milésima de segundo éstas llegaron al Arco de Triunfo, en dirección a su objetivo.

Venigna, como si hubiera predicho sus movimientos y leído sus pensamientos, se giró y con una mano detuvo las balas que tenía a escasos centímetros de ella, a través de una barrera mágica. A continuación y ante las miradas pálidas de todos, la bruja carbonizó y desintegró las balas como si de plástico se trataran, reduciéndolas a la nada. Todos fueron testigos de la clara sonrisa siniestra y burlona que se formó en el rostro casi diabólico de Venigna.

En la azotea del edificio más próximo al monumento, el equipo francotirador no daba crédito a lo que acababan de ver. Todo había pasado tan rápido que les costaba creer los recientes acontecimientos. Desde luego no contaban con ese último movimiento por parte de Venigna, pero dadas las circunstancias estaba claro que la misión había fracasado. Ya no podían hacer nada:
- No…no puede ser…- dijo Alana, pálida y como si hubiera visto un fantasma- ¿cómo lo ha…?
- No lo sé…- continuó Rex, también afectado por los hechos- ¿Qué ha…pasado?
Sin embargo, el más afectado de todos era Wedge. Sudaba y le temblaba todo el cuerpo, mientras tenía los ojos y la boca abierta. Su rostro sorprendido y el miedo que sentía le hacían pronunciar con esfuerzo sus palabras:
- No…no es posible…hemos fracasado…la misión…ha fallado…Oblivia…está condenada…

Sin mediar palabra, Eduardo soltó su fusil y se levantó, con semblante oscuro. Mientras se alejaba caminando hizo aparecer mágicamente la llave espada en su mano. Sus amigos, perplejos y confusos, le preguntaron:
- ¿A dónde vas?
- A cumplir la misión- respondió el chico.
El perro le informó nuevamente de los hechos:
- Pero si…fallamos con los disparos…ya no podemos hacer nada…
- Te equivocas…- el joven se giró a ellos- todavía queda una forma.

El chico les mostró la llave espada en la mano y sus amigos captaron perfectamente el mensaje:
- ¿¡No pensarás en serio enfrentarte a Venigna, verdad!?- preguntó Alana, perpleja.
A juzgar por el rostro serio de Eduardo, parecía bastante claro que no estaba de broma. Iba completamente en serio. En ese momento intervino Wedge, en contra de la idea:
- ¿¡Te has vuelto loco!? ¿¡Es que acaso no sabes quién eres!? ¿¡Sabes lo que le pasará a Limaria si te ocurriera algo!?
El joven lo miró seriamente, y le dijo sin vacilar:
- Sé perfectamente quién soy, y de que soy una de las dos únicas personas capaces de destruir a Ludmort y de traer la paz al mundo…pero eso no significa que tenga que quedarme parado y con los brazos cruzados mientras veo morir a mis seres queridos…lo siento, pero…yo no soy así.
- ¡¡Por favor, Eduardo, recapacita!!- exclamó el soldado de Oblivia, alzando la voz- ¡¡Si mueres tú, Erika sola no podrá vencer a Ludmort!! ¿¡No te das cuenta de que con tus actos nos perjudicas a todos!?

El joven dio media vuelta, dispuesto a marcharse. A modo de despedida, tan sólo dijo:
- Lo siento, Wedge…chicos…sólo hay una cosa más importante para mí que la labor que me ha traído a este mundo...mis amigos.
Tras eso, comenzó a caminar en dirección a las escaleras.
Mientras se alejaba, Wedge empezó a sentir tanta rabia que apretó los puños y dientes. Estaba enfadado por la conducta de Eduardo, por su inmadurez y por sus caprichos personales. No era consciente del importante papel que desempeñaba en aquel mundo, y lo que le parecía mucho peor: anteponía la salvación de la vida de una persona antes que la de millones.
Se preguntaba continuamente por qué el arma sagrada había elegido a un niño caprichoso e inmaduro, y por qué no a un adulto serio y responsable. La vida era tan injusta que no lograba entender ni comprender nada.

Enseguida supo lo que tenía que hacer, y se armó en cada mano con una pistola láser. Su mirada seria y amenazante reflejaba claramente cuál era su objetivo. No vaciló ni un instante cuando apuntó con ellas al joven que se alejaba caminando. Gritó con furia y rabia contenida:
- ¡¡Lo siento, Eduardo…pero no puedo permitir que muera el elegido de la profecía…eso jamás!!

Fue así como, ante las miradas atónitas de Alana y Rex, dio comienzo un encarnizado combate entre Eduardo y Wedge. Tras apretar los gatillos y disparar las balas directas a su oponente, el joven dio media vuelta a tiempo para conjurar un escudo de protección:
- ¡¡Coraza!!
La barrera física detuvo las dos primeras balas, pero no pudo frenar la siguiente lluvia de disparos que iban hacia él. Tuvo que dar un par de saltos, mientras retrocedía y se defendía de las balas a duras penas con la llave espada.
En medio de la tormenta de balas, y recibiendo el alcance de algunas que le herían y hacían gritar de dolor, el chico no se anticipó a tiempo cuando Wedge llegó corriendo hacia él, y con el puño cerrado le asestó un duro golpe en el estómago, que lo lanzó e hizo chocar con una pared cercana que tenía detrás.

El impacto del golpe le hizo escupir sangre por la boca. Todavía no estaba del todo recuperado del combate contra las gárgolas y su cuerpo y reflejos aún no respondían perfectamente a tiempo. Comparado con él, su oponente parecía recuperarse mucho más rápido, y le resultaba lógico. Wedge era un soldado, y llevaba toda la vida entrenando para aquel tipo de situaciones. En aquellas circunstancias estaba claramente en desventaja.

Cuando pudo mover apenas los brazos, sintió una dura y rígida mano agarrando el cuello de su chaqueta. Al levantar la vista, pudo observar los ojos llenos de rabia y furia de Wedge:
- Se te ha concedido un don, Eduardo…el único que puede mantener con vida la esperanza de millones de personas inocentes…y no permitiré que acabes con esa esperanza… ¡¡no mientras yo viva!!
El chico trataba de quitarse la mano de su oponente con las suyas propias, pero no tenía suficiente fuerza. Wedge lo miró a los ojos, con una expresión tan dura como el hielo frío:
- ¿Entiendes ahora lo que significa ser el portador de una de las armas sagradas? ¡¡No es algo con lo que se pueda jugar a la ligera!!
Al cabo de unos segundos, Eduardo pudo pronunciar:
- ¿Y las vidas de tus compañeros, Wedge? ¿Qué hay de ellos, de tus camaradas, de tus amigos…?- le preguntó el joven, también seriamente- ¿es que acaso no son importantes para ti?

Aquello pareció molestar mucho más al soldado, que en un ataque de rabia le soltó una serie de puñetazos al chico en el estómago y en la cara, y luego lo golpeó brutalmente, que acabó rodando por el suelo un poco más lejos.
Eduardo tosió un par de veces mientras la sangre brotaba de sus heridas. Los golpes de Wedge eran duros, sin duda, y le dolía mucho el cuerpo como para poder levantarse. Volvió la vista a su oponente, que caminaba directo hacia él:
- No entiendo cómo la llave espada pudo elegirte a ti…- comentó el soldado de Oblivia, mientras se acercaba paso a paso- si ni siquiera eres capaz de protegerte a ti mismo.

Al llegar a él, Wedge lo agarró nuevamente del cuello de la chaqueta y lo alzó en el aire. Su rival estaba muy débil como para atacar:
- ¿Te rindes ya? ¿Has reflexionado por fin o voy a tener que seguir machacándote a golpes hasta que recapacites?
Eduardo, bastante debilitado y sin fuerzas, pronunció con esfuerzo:
- No…no me rendiré…jamás…
El soldado empezaba a enfadarse de verdad, y alzó la voz casi gritando:
- ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué te empeñas en ponerte en peligro!?- dijo Wedge, furioso- ¡¡Debes protegerte, ponerte a salvo…no permitas que la muerte de su majestad sea en vano!!
Aquellas últimas palabras hicieron reaccionar a Eduardo, que sintió una repentina fuerza interior que lo impulsaba, movida por la furia. Antes de que otro puñetazo de su rival alcanzara su cara, el chico lo detuvo con sorprendente facilidad y con una sola mano:
- ¿¡Pero qué…!?- exclamó Wedge, confuso y perplejo.
En ese momento Eduardo cambió radicalmente de expresión, y miró a los ojos a su oponente. Wedge sintió miedo de repente al ver que los ojos del joven habían cambiado. Hasta hace unos instantes eran normales, pero ahora sus pupilas se habían convertido en las de un animal salvaje:
- ¿¡Eduardo!?- dijo Wedge, completamente pálido- ¿¡Qué te pasa!? ¿¡Por qué estás…!?

No pudo terminar de hablar porque en ese preciso instante se olvidó por completo de la realidad. La mano y los dedos del chico, con uñas afiladas como garras, comenzaron a destrozar la suya propia, apretando con fuerza. Wedge gritó de dolor mientras sentía cómo los huesos de su mano y dedos se partían y rompían, y el intenso dolor lo obligó a soltar al chico con la otra mano.
Pudo oír, a pesar de la tortura, la voz de Eduardo, apretando los dientes:
- Ni se te ocurra decir que Cristal está muerta…porque nosotros nos encargaremos de salvarla… ¿me has entendido?
El soldado de Oblivia pudo asentir con la cabeza, y murmuró unas palabras en voz baja con las pocas fuerzas que le quedaban, antes de cerrar los ojos y de caer al suelo, debilitado.
El combate había terminado.

Alana y Rex corrieron al encuentro de los dos luchadores. Como permanecieron a distancia, no pudieron apreciar qué fue lo que hizo Eduardo para debilitar de aquella forma a Wedge, que estaba en ventaja. Lo que sí les sorprendió bastante fue encontrar la mano del soldado en aquel horrible estado, porque estaban seguros de que jamás podría volver a usarla.
El chico, ya vuelto a la normalidad, cayó de rodillas al suelo mientras jadeaba:
- ¿¡Eduardo, estás bien!?- preguntó Rex, preocupado.
- Sí…creo que sí…- luego levantó la mirada a su rival debilitado- ¿¡Pero…y Wedge!?
La pelirroja se acercó al soldado y se agachó junto a él. Comprobó sus constantes vitales, y le dijo a sus compañeros:
- Está bien, sólo se ha desmayado…- informó Alana, que luego aguantó las ganas de vomitar al ver su extremidad destrozada- pero…tiene todos los huesos de su mano rotos…mucho me temo que…no podrá volver a usarla nunca.

Eduardo palideció al ver el estado de la mano de Wedge. Confuso y asustado, temblaba al pensar en qué es lo que había hecho. A lo largo de toda la pelea, Wedge le estaba dando una enorme paliza. Sin embargo, llegó un momento en que perdió por completo la noción de la realidad, y al despertar de nuevo había terminado el combate.
Lo mismo ocurrió durante su estancia en Mugget, en el combate contra el sirviente del multimillonario Don Cornelio: el asesino Ranor. Cuando estaban a punto de morir, y su amiga Erika se interpuso entre la espada del enemigo y el cuerpo de Eduardo, éste último perdió el sentido durante no sabía cuánto tiempo. Al despertar de nuevo, el combate había terminado, y nunca llegó a saber realmente qué fue lo que pasó aquel día en la mansión Cornelio.
Del combate contra Wedge, Eduardo pudo afirmar dos conclusiones. La primera, que en ocasiones se transformaba sin explicación alguna en un terrible ser monstruoso y perdía por completo la memoria; y la segunda, que en ese estado era extremadamente agresivo y peligroso. No entendía nada de lo que estaba pasando, y se asustaba de sí mismo al pensar en qué tipo de persona o monstruo se convertía cuando sufría esas extrañas transformaciones.

Sus amigos lo despertaron de sus oscuros pensamientos, y le devolvieron a la realidad. Una pregunta que resonó en su cabeza lo hizo mirar a Rex, que la formulaba, preocupado:
- ¿Eduardo, qué vamos a hacer ahora?
El chico lo miró durante unos segundos, y luego lentamente volvió la vista a Alana mientras pensaba, con la boca abierta y la cara pálida. Los gritos y el revuelo de la gente de Metroya se oían en la lejanía, desde su posición. Permaneció unos instantes con la mente en blanco hasta que la imagen de Cristal pasó fugazmente por su cabeza. Eso le hizo reaccionar y acordarse de sus intenciones justo antes de la pelea contra Archi:
- ¿Eduardo?- preguntó Alana, también preocupada- ¿estás bien?
En ese momento el joven supo lo que tenía que hacer. Se levantó a duras penas y extrajo el único elixir  que le quedaba en su bolsillo. Rex y Alana pensaron que se lo iba a beber él para recuperarse, pero en vez de eso observaron asombrados cómo el chico caminó hasta Wedge y le dejó el objeto curativo en el suelo, justo a su lado:
- Él lo necesita más que nosotros…- dijo Eduardo, que luego añadió, dirigiéndose a Wedge- espero que, cuando despiertes, la bebas y escapes de Metroya, junto con la resistencia de Oblivia…y gracias por todo…

Tras eso, el joven dio media vuelta e hizo aparecer mágicamente la llave espada en su mano. Junto a él también desenfundó su arma Alana, y Rex mostró sus garras y colmillos. Estaban decididos y preparados para lo que iban a hacer:
- ¿Estáis preparados, chicos?- preguntó Eduardo.
- ¡Cuando quieras!- respondió Rex.
- ¡Vámonos de cacería de brujas!- exclamó Alana.
De esa forma los tres empezaron a correr escaleras abajo, dejando atrás al debilitado Wedge, y dispuestos a luchar junto a Cristal en el duro combate que le esperaba contra Venigna.

Mientras tanto, en el Arco de Triunfo, Jack, Erika y Biggs intentaban recuperar las fuerzas que habían perdido moviendo el eje del sistema de poleas. Nunca imaginaron que costaría tanto poner en marcha aquel antiquísimo sistema de más de dos mil años de historia, pero finalmente habían conseguido moverlo, con mucho esfuerzo. Estaban agotados y en más de una ocasión intentaron levantarse, pero no podían. El brutal golpe del eje conductor los había dejado debilitados.

Jack levantó la mirada y vio a Cristal, la única que permanecía en pie como si nada, junto a ellos. Fue en ese instante cuando le vino repentinamente los recuerdos del momento en que reactivaron el sistema, y juraría que ella fue la más rápida y consiguió evitar  el golpe del eje a tiempo. Parecía tan sana, fuerte y en buen estado como solía estar siempre.
El mago intentó vocalizar palabra, dirigiéndose a ella:
- ¿Cris…tal?
Entonces la chica con coletas extrajo de su mochila varias ultrapociones, que las repartió a sus tres compañeros de equipo. Al beberlas, Jack, Erika y Biggs sintieron cómo dentro de ellos el brebaje curativo hacía efecto, y rápidamente recuperaban las fuerzas necesarias para mover sus extremidades.
De esa forma, los tres pudieron levantarse sin problemas, ya recuperados, y se dirigieron a la princesa:
- Muchas gracias, Cristal- sonrió Erika.

Sin embargo, había algo raro en ella. Su rostro sombrío y expresión demasiado serie no eran frecuentes en su comportamiento, actitud ni personalidad. Enseguida se dieron cuenta de que algo había cambiado en su amiga, la ladrona, cuando les dijo seriamente y sin vacilar:
- Tenéis la fuerza necesaria para abandonar este lugar.
Aquello desconcertó y dejó confusos al resto de sus compañeros, que al principio no entendieron a qué se refería:
- ¡Espera!- dijo Jack, sorprendido- ¿de qué estás hablando?
- Marchaos de aquí- ordenó Cristal, ignorando la pregunta- este lugar va a ser muy peligroso y podríais morir si os quedáis.
En ese momento intervino Biggs, que adivinó los pensamientos de la princesa:
- ¡Esperad, majestad!- exclamó el teniente- ¿¡no pretenderéis luchar contra Venigna vos sola, verdad!?
Los dos magos adivinaron la respuesta en los ojos serios y decididos de la chica con coletas, los ojos que nunca antes habían visto en ella:
- ¿¡Estás loca!?- exclamó Jack- ¡¡no permitiré que luches sola contra esa bruja!!
- Lo siento Jack, ya lo he decidido…y no pienso echarme atrás.
- ¡Pero, majestad…!
La princesa se dirigió al teniente, y le dijo con una media sonrisa:
- Biggs…esta es la última misión que te encomiendo como miembro de la realeza de Oblivia…abandonad Metroya, y marchaos muy lejos de aquí…porque a partir de hoy, esta ciudad no será segura para nadie…
Las palabras de la chica dejaron sin habla al jefe de la resistencia de Oblivia, que asombrado y con la boca abierta. No podía creer lo que oía. Aunque en un principio los reyes de Arturo y Aurora le ordenaron asesinar a Venigna, los recientes acontecimientos demostraron que la misión había fallado. Ahora que ya no tenía más órdenes por parte de los reyes, tan sólo le quedaba cumplir la de la princesa Cristal, y como tal debía obedecerla incondicionalmente a pesar de lo que pudiera pensar él mismo.

Después de unos segundos sin respuesta, finalmente el teniente hizo una reverencia frente a la chica con coletas, y dijo con pesar:
- Como ordenéis, majestad.
- Muchas gracias, Biggs- sonrió la princesa.

La ladrona se giró entonces a sus amigos para despedirse de ellos. Su expresión seria se había dulcificado hasta convertir su rostro en otro amable y comprensivo. Le sorprendió bastante descubrir a Erika con los ojos llenos de lágrimas:
- Cristal…- dijo ella, con tristeza reflejada en su cara.
- Ya he elegido mi destino, Erika…y no quiero que mi elección haga daño a nadie…por eso os pido que os vayáis de este lugar, antes de que sea demasiado tarde…
En ese momento la joven estalló de rabia, y con las lágrimas cayendo por sus mejillas, alzó la voz diciendo:
- ¡¡No, no lo haremos!!- exclamó Erika, gritando- ¡¡se supone que somos una familia y tenemos que mantenernos unidos, luchar todos juntos!! ¿¡Por qué te empeñas en hacerlo sola sabiendo que podrías morir!? ¡¡No es justo, no es…!!
- ¡¡Erika, basta!!- gritó Jack.
La chica calló de repente y pareció calmarse un poco. Bajó la cabeza y dijo en voz baja, mientras temblaba y las lágrimas caían de sus mejillas como gotas al suelo:
- Primero Marina…y ahora tú…por favor…no lo hagas…no quiero perder a nadie más…
La princesa suspiró, y luego caminó hasta ella. Al ponerle las manos en los hombros, Erika levantó la vista y la miró sorprendida a los ojos:
- Erika, por favor, déjame ir esta vez…y te prometo que no volveré a hacer nada sola nunca más…- pidió la chica con coletas, con sinceras palabras- dame una oportunidad para demostrarme a mí misma que puedo hacer algo útil en mi vida…por favor…
La joven dudó por un momento, pero al cabo de pocos segundos, finalmente la abrazó con fuerza mientras decía:
- Prométeme que volverás.
Cristal correspondió al abrazo, y no muy segura de sus palabras dijo, fingiendo seguridad:
- Lo prometo.

Entonces ambas se separaron, y los tres incluyendo a Jack, que observaba emocionado el momento, asintieron con la cabeza. Erika, con una leve sonrisa, le hizo un gesto con la cabeza para que se marchara. Cristal sonrió a su vez, y tras echar un último vistazo a sus amigos, dio media vuelta y corrió, desapareciendo escaleras abajo.
El mago se acercó a la joven, y le puso una mano en el hombro mientras decía, tratando de calmarla:
- Tranquila, sabe lo que hace…seguro que volverá.
Sin embargo, Erika pudo notar en sus palabras un pequeño aire de preocupación e inseguridad.

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