jueves, 10 de enero de 2013

Capítulo 34: Ifrit, el espíritu demoníaco del fuego


Capítulo XXXIV
IFRIT, EL ESPÍRITU DEMONÍACO DEL FUEGO
- Ahí va una menos…- dijo una voz profunda mientras veía moverse un alfil blanco y tiraba a uno de sus caballos negros, que caía fuera del tablero de juego y desaparecía fugazmente antes de llegar al suelo.
- Qué irónico…- rió maléficamente la sombra- su propio poder la llevó a la muerte…en cierto modo resulta gracioso.
Uno de sus subordinados vestido de negro, Magno, se encontraba a unos metros de distancia del trono. Lo miró seriamente mientras decía, sin vacilar:
- Señor, esto no contaba en nuestros planes… ¿qué haremos ahora que Metroya es libre?

La oscuridad no se molestaba en mirarle, sólo se concentraba en contemplar el tablero de ajedrez que flotaba frente a él:
- Hemos subestimado la fuerza de los elegidos de la profecía y de sus guardianes mientras llevábamos a cabo los últimos preparativos para el acto final…la muerte de Venigna es sólo un adelanto de las terribles consecuencias que están aún por llegar.
Magno lo miraba con indiferencia y le preguntó seriamente:
- ¿Qué quiere decir, señor?
- Mucho me temo que los elegidos se están convirtiendo en una seria amenaza para nuestros planes, para la organización e incluso para nosotros mismos…- explicó la sombra, tranquila y serena, que luego dirigió una mirada de odio y reproche al hombre de negro- si hubiéramos acabado con ellos desde el principio, nada de esto supondría un problema…nunca pensé que un par de mocosos llegarían tan lejos.

Magno no pronunciaba palabra, ante los aterradores ojos rojos que brillaban en la oscuridad del trono y que clavaban su mirada en él. El hombre de negro mantuvo la calma en todo momento, incluso cuando parecía que la sombra iba a atacarle. No tenía miedo del terrible poder de su superior. Tras unos segundos, el líder de la organización Muerte pareció calmarse un poco, retomando la tranquilidad en sus palabras:
- Las cosas se nos están yendo de las manos, hasta tal punto de poner en peligro nuestro plan…y por lo tanto, hay que tomar medidas al respecto.
- ¿Y qué sugiere hacer, señor?
- Tú serás el nuevo rey de Metroya- le indicó la sombra- encárgate de dirigir a las tropas estianas a la gran guerra y de acabar lo que empezó la bruja.
- Sí, mi señor- asintió él.

Tras eso, Magno hizo un gesto de mano con el que apareció un agujero oscuro a su lado, y al internarse en él, desapareció de la sala sin dejar rastro. En el mismo momento en que Magno se fue de la estancia, la oscuridad volvió de nuevo la vista al tablero de ajedrez que tenía delante. Movió uno de sus alfiles negros hasta un punto desde dónde podía amenazar sin peligro a una torre blanca. Como si alguien invisible estuviera jugando con él, un peón blanco se interpuso entre el alfil y la torre, protegiendo así a su amiga blanca.

La sombra suspiró. Sabía que los guardianes no le dejarían llegar tan fácilmente hasta su objetivo. Se estaban haciendo tan fuertes como los portadores de las armas sagradas, llegando a convertirse en otro importante problema fuera de sus predicciones iniciales. Le venían muchísimas dificultades encima y jamás pensó que la situación se complicaría tanto.
Por primera vez temió por el equilibrio de la organización Muerte y por el desenlace de su plan de conseguir la materia suprema y de crear el nuevo mundo perfecto. Sin embargo, aún a pesar de sus temores, lograba mantener la calma. Mientras observaba el tablero de juego, dijo tranquilo y serenamente:
- Ante problemas difíciles, soluciones serias. Me temo que tendré que encargarme personalmente de este asunto.
Con dicha afirmación movió el rey negro un paso al frente, en dirección al rey y a la reina blanca:
- Elegidos de la profecía, preparaos…porque vais a conocer a vuestra peor pesadilla…en persona.

El pleno sol abrasador yacía en el cielo, sofocándolos sin piedad. Y aún viajando a más de cien kilómetros por hora, el aire caliente que los rodeaba hacía que se cansaran y agotaran todavía más.
Viajaban a bordo de un futurístico coche volador, robado en Metroya y con amenaza de arma a un ciudadano estiano que había parado a descansar por casualidad. A manos del volante se encontraba Alana, experta en tecnología moderna y la única del grupo con sobrada experiencia para poner en funcionamiento cualquier tecnología de última generación del mundo.

Llevaban ya muchas horas alejándose de la gran ciudad y no habían parado de huir hasta llegar a un lugar seguro. Después de un largo recorrido que les parecía eterno, fue el perro el que propuso la idea de descansar un rato, ya que él y todos los demás estaban cansados y agotados. Todos estuvieron de acuerdo con la idea, pues llevaban horas sin respirar tranquilos y ya debían de estar muy lejos de Metroya.

Estacionaron a la entrada de una pequeña cueva, en el fondo de un gran cañón. Aparcaron el coche volador en un lugar fresco y con sombra, lejos del calor de fuera. Allí el grupo se puso cómodo y buscó un sitio de la cueva fresco donde poder sentarse.
Jack y Erika usaron su magia para conjurar dos grandes bloques de hielo, colocados en un enorme recipiente hondo extraído de la mochila de Cristal. A partir de ahí dejaban que las altas temperaturas derritieran el hielo y el recipiente se llenara de agua fresca, la cual el grupo bebía con vasos también aportados por la mochila mágica de la princesa.
Eduardo le sirvió a Rex un plato hondo lleno de agua para que su compañero también bebiera, y el perro le dio las gracias antes de saciar su sed y vaciar casi por completo el recipiente.

- ¡Sombra, al fin!- exclamó Alana mientras se echaba en el suelo y se ponía cómoda, tras beber mucha agua.
- Qué calor hace fuera- comentó el chico, secándose el sudor de la frente- ¿cómo es posible que aquí no haya ninguna planta para cobijarnos bajo su sombra?
Jack, que estaba un poco más lejos sentado y apoyado contra la pared, respondió a su pregunta:
- Eduardo, este es el continente este, una tierra en su mayoría desértica, estéril, seca…un suelo muerto ¿entiendes? Es imposible que en este páramo crezca ninguna planta sencillamente porque no existen las condiciones para que haya vida vegetal.

Tras un breve silencio en el que nadie pronunció palabra, Erika cambió de tema diciendo:
- Y bueno ¿qué hacemos ahora? Una vez muerta Venigna supongo que se acabará la guerra ¿no? – Afirmó la chica- Los estianos ya no tienen a nadie que los obligue a luchar.
- Yo no estaría tan seguro…- dijo el mago, no muy convencido.
El resto enseguida notó su preocupación y Eduardo intervino para preguntar:
- ¿Qué quieres decir? ¿Es que acaso…aún no ha terminado?
Jack adquirió repentinamente un rostro sombrío:
- Así es. Me he enterado por las últimas noticias de que…hay un nuevo rey al mando que gobierna este continente.

Aquella noticia dejó pálidos y perplejos a todos los presentes, que exclamaron mudos por la desagradable sorpresa:
- ¿¡Qué!?
Cristal, ya recuperada de sus heridas por el último combate, estalló de furia. Se levantó de un salto y miró enfadada al mago, que exclamó diciendo:
- ¿¡Quieres decir que he sufrido por mi gente y arriesgado mi vida luchando contra una asquerosa mujer serpiente…para nada!?
Jack tardó un poco en responder. Sabía del enorme esfuerzo que había hecho la princesa para acabar con una de las brujas más poderosas y temidas de Limaria, pero no podía mentirle. A pesar de todo, tenía que decirle la verdad:
- Si.
La chica con coletas estalló en rabia. No podía creer que, después de todo su esfuerzo y sacrificio plantándole cara a Venigna, la gran guerra siguiera adelante. Seguían en la misma situación que al principio, como si no hubiera hecho nada.
Se sentía tan frustrada y enfadada que sacó de su mochila mágica un enorme saco de boxeo, al cual empezó a pegarle puñetazos y patadas, con fuerza y descargando toda su furia.

Mientras la princesa no paraba de darle golpes al saco de boxeo, Alana se dirigió a Jack y todos centraron su atención en él:
- ¿Y quién es el nuevo rey?
El mago tardó un poco en responder. Apretando los puños y dientes, respondió:
- Magno.
Los que ya le conocían se quedaron de piedra, pálidos y con la boca abierta. Los que no preguntaron, confusos:
- ¿Y quién es ése?
- Un miembro administrador de alto rango de la organización Muerte- respondió Erika, con un pequeño tono de rabia en sus palabras- él y otro miembro intentaron matarnos a Edu y a mí en nuestro mundo, en La Tierra.
En ese momento Rex encajó las piezas del puzle y preguntó, sorprendido:
- Pero entonces ¿eso significa que…?
- Exacto- respondió Jack- la organización Muerte está detrás de todo esto. Es muy probable que lo hayan estado desde el principio, planeando este conflicto a espaldas del mundo entero…se han hecho con el control de la mayor ciudad de Limaria y engañado a todo un continente para una causa que ya no existe ni le importa a nadie.
- Pero ¿y Venigna?- preguntó Eduardo- ¿ella también formaba parte del plan?
- Todos vimos perfectamente en directo cómo se transformaba esa bruja- le indicó Erika- estaba claro que no era humana.
- Seguramente era otro miembro de la organización Muerte que cumplía con las órdenes del líder de la misma- explicó el mago- Venigna no era sino otro peón más al servicio de esa banda de lunáticos de negro que quiere destruir el mundo.

En ese momento Cristal, que lo había oído todo, terminó de darle golpes al saco de boxeo y lo guardó en su mochila. Parecía haberse desahogado a gusto, pues sudaba y jadeaba del cansancio. Sin embargo, los demás comprobaron que aún le quedaba rabia cuando les dijo:
- ¡Pues, quien quiera que sea ese tal Magno, se va a enterar!- exclamó la chica con coletas- ¡volveré a Metroya y acabaré con él, igual que lo hice con la bruja!
Jack la detuvo alzando la voz y casi con un grito:
- ¡¡Ni se te ocurra!!
Cristal lo miró seria, molesta por la reacción de su compañero:
- ¿Por qué no?- preguntó la chica- ¡si pude con Venigna también podré con ése, no creo que sea más peligroso que una mujer serpiente!
- ¿¡Es que acaso no te das cuenta!?- le reprochó Jack, enfadado- ¡has estado a punto de morir! ¿¡Y quieres volver a luchar!? ¡¡Los miembros de la organización Muerte no son un juego, no puedes tomarlos a la ligera!!
La chica con coletas se sorprendió ante la furia de Jack, y los demás supieron que decía la verdad por su expresión seria y enfadada. Cuando el mago se ponía así, nadie dudaba de la veracidad de sus palabras:
- ¡¡No permitiré que muera nadie más!! ¿¡Entendido!?- dejó claro Jack, completamente en serio y sin vacilar- ¡¡tengo una promesa y la cumpliré aunque me cueste la vida!!
Los demás se quedaron asombrados ante la declaración del mago y, finalmente, Cristal apaciguó la furia que llevaba dentro. Después de eso nadie añadió ni dijo nada al respecto.

Al poco rato, cuando todos hubieron descansado y recuperado fuerzas, montaron nuevamente en el coche volador y salieron de la cueva, rumbo al norte.
Después de saber que la gran guerra entre Oblivia y Metroya era inevitable y que no merecía la pena plantar cara a Magno, Eduardo decidió ir directamente a su objetivo inicial, a la montaña Conaga. Aún a pesar de la resignación de Cristal, el chico le dijo que no podían volver a Metroya.
Lo habían intentado. Habían llegado hasta el mismísimo corazón del bando enemigo en Metroya y, lo que en un principio querían era tratar de razonar con la reina, acabó siendo totalmente lo contrario. Se vieron envueltos en un complot clandestino y casi por obligación tuvieron que aceptar una misión secreta en contra de la reina Venigna, que fracasó y terminó en un duro combate entre ésta y la princesa de Oblivia.
Los acontecimientos ocurrieron tan vertiginosamente rápidos que a algunos todavía les costaba creer lo que había pasado, y a aquellas alturas seguro que el mundo entero de Limaria ya se había enterado de la muerte de la reina estiana.

Todos sabían que ya habían perdido bastante tiempo en Metroya y que seguramente, aunque lograran derrotar a Magno, otro nuevo rey o reina perteneciente a la organización Muerte sería nombrado como sucesor de la corona, para que continuara el trabajo del anterior.
Ante este problema el grupo decidió ir directamente hacía su verdadero objetivo, la montaña Conaga, en donde Helio los esperaba con la piedra angular. En aquellos momentos era más importante la salvación del planeta que la de millones de vidas inocentes, por muy duro que fuera aceptarlo. El tiempo pasaba demasiado rápido, no podían perderlo en más obstáculos innecesarios por el camino.

Su próximo destino de nuevo era el continente norte y para ello necesitaban cruzar el ancho mar. Tras echar un rápido vistazo al mapamundi, finalmente optaron por ir a una pequeña ciudad situada al norte del continente este, conocida como Vildenor.
Estaba muy alejada de la gran ciudad de Metroya y, según la afirmación de Jack, antiguamente era la localidad con el único aeropuerto del continente este, antes de que Metroya abarcara por completo el transporte aéreo y sus servicios.

Con las habilidades innatas de ladrona de Cristal y un poco de suerte, lograrían hacerse con un avión decente para surcar el cielo de Limaria, a manos de su experta piloto Alana. Sin duda estaban seguros de que uniendo sus fuerzas y distintas habilidades, todos formaban un buen equipo y, juntos, se sentían capaces de lograr cualquier cosa.

El viaje continuó aparentemente tranquilo y sin complicaciones. Montados en el coche volador robado, sorteaban muchos de los obstáculos en tierra y avanzaban más rápido que a pie. Como en aquel territorio no había tormentas de arena, a aquella velocidad no tardarían ni tres días en llegar a Vildenor.
Sin embargo, la suerte no estaba de su parte. A las pocas horas de reemprender la marcha, Alana se dio cuenta de que el coche estaba en sus últimas reservas de gasolina y de que no podría llevarlos a su destino. Avisó al resto del grupo de la situación y les informó apenada que tendrían que seguir andando, mientras Eduardo y los demás asentían tristemente con la cabeza.

Les daba pereza continuar andando el resto del camino y ya se habían acostumbrado a la comodidad del coche volador, pero dada la situación en aquellos momentos, no podían seguir dependiendo del medio de transporte. Con tremendo pesar, aparcaron el coche en medio de la nada, hicieron los últimos preparativos y finalmente abandonaron el vehículo tras de sí en pos de su camino. Debían seguir adelante aún a pesar de todas las dificultades.

A partir de entonces, los días pasaron más lentamente y las horas se hicieron eternas. Caminaban pesadamente hora tras hora bajo el ardiente sol abrasador del día, y ni siquiera bebiendo el agua fresca de los hielos derretidos conseguían librarse del insoportable calor que sentían. Los cambios bruscos de temperatura entre el día y la noche y los numerosos combates contra las criaturas del desierto dejaban a los miembros del grupo cansados y exhaustos.

Varios días más tarde, cuando se les habían agotado las provisiones de comida y tan sólo podían resistir con agua, Cristal se detuvo mientras sus amigos caminaban. Jadeó mientras se secaba el sudor de la frente y respiraba entrecortadamente:
- Estoy cansada…llevamos días caminando bajo el sol y ya no puedo más…
Los demás dieron media vuelta y volvieron sobre sus pasos hasta ella. También estaban igual de cansados:
- Venga, Cristal, no puedes pararte ahora- dijo Jack, también jadeando del cansancio- la ciudad de Vildenor está a pocos kilómetros de aquí…seguro que mañana ya estaremos allí.
La chica con coletas esbozó dificultadamente una media sonrisa:
- En ese caso dame un poco de agua.
El mago comprobó que la cantimplora de la princesa estaba vacía y que había que volver a llenarla de agua, pero mientras tanto le dejó la suya. La princesa agradeció el gesto y, tras destaparla, se llevó la cantimplora a la boca, saciando su sed y sintiéndose mucho mejor.

Mientras el resto también aprovechó el descanso para beber cada uno de su propia cantimplora, todas facilitadas por la mochila de Cristal, las orejas de Rex se levantaron de repente como antenas. El perro giró la cabeza en todas direcciones y en posición de alerta. Parecía inseguro:
- ¿Qué pasa, Rex?- preguntó Eduardo, al notar su preocupación.
- Tened cuidado- advirtió el can girando la cabeza en todas direcciones- no estamos solos.
Los demás reaccionaron y se pusieron en guardia, con las armas en las manos:
- ¿Cuántos son?- preguntó Alana, buscando el peligro con la mirada.
- Os parecerá una broma, pero…sólo es una persona.
- ¿¡Qué!?- exclamaron los demás.
- ¿Estás seguro de que no hay nadie más, Rex?- preguntó Erika.
El perro negó con la cabeza y tras olisquear el aire, afirmó sin lugar a dudas:
- Este olor…lo reconozco…ya lo he visto antes…sea quien sea, se acerca…

Y, en efecto, alguien mostró su presencia frente a ellos. Un agujero oscuro apareció de la nada y de él surgió una silueta humana. Los miembros del grupo reconocieron enseguida al individuo encapuchado y vestido de negro, pero cuando éste se quitó la capucha negra y dejó su rostro al descubierto, sólo tres de ellos exclamaron de sorpresa:
- ¡¡Tú otra vez!!
- ¿¡Lo conocéis!?- preguntó Jack, perplejo.
Rex gruñó de rabia mientras enseñaba los colmillos:
- Es el miembro de la organización Muerte contra el que nos enfrentamos en el continente oeste- explicó Alana, sin bajar la guardia- fue él quien nos transportó a través de un agujero oscuro y nos reunió con vosotros.

A diferencia de la mujer y el perro, Cristal temblaba de miedo con sólo ver a su enemigo. A su memoria le llegaban los recuerdos del último combate que libraron contra él, en la playa de las afueras de Oblivia. Ni Alana ni Rex ni ella misma fueron rivales para aquel chico de negro, que sucumbieron rápidamente ante su tremenda fuerza y velocidad, y los dejó fuera de combate en cuestión de segundos. Los recuerdos de aquel trágico combate y del extraño desenlace que tuvo, perdonándole la vida a ella, la hacían temblar de miedo.
Conocía la fuerza de su enemigo, e incluso estando todos juntos dudaba de si lograrían vencerle.

El chico de pelo gris y con gafas los miraba, indiferente. No parecía sorprendido ni mucho menos preocupado por ser superado en número. Permanecía aparentemente tranquilo y sereno, como si no le preocuparan sus enemigos y tuviera la situación bajo control:
- Vaya, por fin tengo el placer de conocer en persona a los mismísimos elegidos de la profecía- pronunció el chico de negro, mirando a Eduardo y Erika- aunque, a decir verdad, no pensaba que fueran tan jóvenes…
El resto del grupo se puso por delante de ellos, a modo de protección y formando una barrera que los separaba del enemigo. Jack apretó los puños y dientes mientras aguantaba en sus manos el bastón mágico de cristal:
- ¿Qué es lo que quieres?- preguntó el mago, amenazante.
- ¿No es obvio?- respondió el chico- he venido para acabar con la única amenaza que pone en peligro nuestros planes…voy a matar a los elegidos aquí y ahora.
Jack se adelantó un paso al frente y exclamó firme y decidido:
- ¡¡Antes tendrás que pasar por encima de nuestros cadáveres!!
Tras unos segundos de silencio y de observar al grupo enemigo sin mostrar ninguna expresión, el chico con gafas sonrió maléficamente mientras la siniestra espada que usaba como arma aparecía en sus manos:
- Muy bien, que así sea.

Tras esas palabras el chico de negro desapareció de repente, que dejó sorprendidos a todos los miembros del grupo. Completamente perplejos, se giraron rápidamente en todas direcciones, buscando con la mirada al enemigo y sin dejar de rodear a sus jóvenes protegidos. El miedo y los nervios se apoderaban de ellos, al no saber por dónde iba a atacar su adversario:
- ¿¡Donde está!?- preguntó Alana, nerviosa- ¿¡Dónde se ha metido!?
Pasaron varios segundos de profunda tensión e intriga, en los que se respiraba el miedo por los cuatro costados. Ninguno de los guardianes se atrevía a alejarse de sus protegidos, por temor a que el asesino de negro aprovechara el menor descuido.
Sin embargo, fue Erika la primera en darse cuenta de que tenían un punto débil. Al mirar arriba, palideció por completo cuando vio una sombra amenazante caer sobre ellos y, con la boca abierta, avisó a sus compañeros gritando:
- ¡¡Cuidado!!

Pero para cuando los demás se dieron cuenta ya era demasiado tarde. Viendo que el filo de la espada iba directo hacia Eduardo, Erika reaccionó enseguida y trató de bloquear el ataque con la vara mágica. Su actuación a tiempo, aunque no pudo frenar la increíble fuerza de su oponente, sí logró salvar a su amigo de una muerte segura.
La siniestra espada del chico con gafas se desvió unos centímetros y, en vez de atravesar el corazón como tenía planeado, el filo de su arma acabó hundiéndose en el brazo izquierdo de Eduardo.
El joven acabó tirado en el suelo gimiendo de dolor, y antes de que su agresor realizara el siguiente movimiento, Erika intentó golpearlo con su arma. Los reflejos de su enemigo fueron más rápidos que los de ella, que separó su espada del brazo herido y la usó para bloquear el arma sagrada de la chica.
A continuación usó su tremenda fuerza para apartar la vara mágica a un lado y, de un espectacular giro rápido, golpearla con una dura patada que la envió rodando un poco más lejos, fuera del grupo:
- ¡¡Erika, Eduardo!!- exclamaron sus amigos.

Todo esto ocurría mientras Jack y los demás volvían la vista al interior del círculo, donde el joven se encontraba herido en el suelo. Todo había pasado tan rápido que ni ellos mismos tuvieron tiempo de reaccionar.
El chico de negro, viéndose rodeado por los guardianes, trató de escapar del interior del grupo. Pero justo cuando iba a moverse, notó que alguien le agarraba fuertemente de una pierna. Al mirar abajo descubrió que se trataba del joven herido:
- ¡¡Te tengo!!- dijo Eduardo desde el suelo, inmovilizando una pierna del enemigo, que luego gritó a sus compañeros- ¡¡Chicos, ahora!!
En el mismo momento en que el joven de negro volvió la vista arriba, palideció durante un instante antes de recibir de lleno un puñetazo de Jack, Alana y Cristal en la cara y una fuerte embestida de Rex. Todos estos golpes combinados sorprendieron al enemigo, que acabaron lanzándolo un poco más lejos, a unos metros de distancia.

Jack sanó el brazo herido de Eduardo con la magia Cura y lo ayudó a ponerse en pie, mientras Cristal, Alana y Rex acudieron a socorrer a Erika. Tuvieron tiempo suficiente para reunirse todos de nuevo y recuperarse del ataque inesperado, tras lo cual volvieron a ponerse en guardia con las armas en las manos.

Dirigieron las miradas hacia el joven miembro de la organización Muerte que se levantaba del suelo, apoyando las manos. Su espada se encontraba unos metros más lejos, la cual caminó lentamente unos pasos para agacharse a recogerla.
Estos se sorprendieron al ver que habían conseguido herirle, pues se limpió con la manga del traje negro el fino hilo de sangre que caía de su boca. Luego volvió la vista hacia el grupo de Eduardo y los demás:
- Habéis mejorado, hay que reconocerlo…hace mucho tiempo que nadie conseguía herirme…- comentó el chico con gafas sin mostrar ninguna expresión en su rostro, que luego esbozó una ligera sonrisa maliciosa- parece que va siendo hora de ponerse serios…

El joven miembro de la organización Muerte sujetó con fuerza su espada en una mano y con la otra apuntó hacia el grupo con el brazo extendido y la palma de la mano abierta. Alana, Cristal y Rex supieron enseguida lo que iba a hacer y la pelirroja gritó a sus amigos:
- ¡¡Cuidado!!
Una bola de fuego oscura se formó en la mano del chico de negro, que salió disparada directa al grupo. Jack y los demás consiguieron esquivarla por los pelos antes de que el ataque alcanzara su posición y estallara, con tanta potencia que la onda expansiva a su alrededor los empujó y acabaron rodando por el suelo.

Erika tosió un par de veces mientras trataba de levantarse, aún aturdida por la tremenda explosión. Cuando se puso de rodillas e iba a terminar de ponerse en pie, un fuerte dolor la hizo gritar y caer de nuevo al suelo. Una hoja de espada atravesaba su costado, brotando sangre de su herida. Al levantar la vista observó a su enemigo, sujetando el mango del arma y mirándola con una siniestra sonrisa:
- Antes me entorpeciste tratando de matar a tu amigo, así que primero acabaré contigo.
La chica trataba de moverse, de forcejear y de quitarse la espada que atravesaba su cuerpo, pero no podía. El dolor era demasiado grande como para reaccionar, y la hoja de la espada moviéndose lentamente dentro de la herida la hacía gritar de dolor:
- Tranquila, muy pronto acabará tu sufrimiento…- le dijo el chico de negro, relajado y con una sonrisa macabra.
El enemigo separó su espada ensangrentada del cuerpo de Erika y la alzó en el aire, amenazante, con la punta afilada apuntando hacia ella:
- Vas a morir, elegida de la vara mágica…y contigo la profecía.

La joven cerró los ojos al ver lanzarse la espada del enemigo sobre ella. En el último momento, y justo cuando creía que iba a morir, un choque de aceros la hizo abrir los ojos de repente. Sorprendida y con la boca abierta, tan sólo pudo exclamar un nombre:
- ¡¡Edu!!
Allí estaba él, frente a ella y dándole la espalda. Sujetaba la llave espada en sus manos mientras bloqueaba con ella la espada del enemigo. Ambos se encontraron cara a cara y Eduardo, con rabia y furia en su rostro mientras apretaba los dientes, amenazó a su oponente diciendo:
- Si vuelves a hacerle daño, ten por seguro que te mataré con mis propias manos.
El chico de negro lo miraba, con indiferencia. No se sorprendía al ver el cambio radical de expresión en el rostro del joven, y parecía mantenerse igual de tranquilo que al inicio del combate:
- A juzgar por la furia que irradian tus ojos, deduzco que dices la verdad, y que estarías dispuesto a sacrificar tu vida por ella…- comentó el miembro de la organización Muerte, que luego sonrió diciendo- muy bien, si tantas ganas tienes de morir, tú serás el primero…vuestros inútiles esfuerzos no cambiarán el hecho de que os mataré aquí y ahora.

Un movimiento rápido del chico de negro apartó a un lado la llave espada y asestó un duro sablazo con el filo del arma al pecho del joven, que lo lanzó un poco más lejos y acabó herido en el suelo, mientras su sangre salpicaba todo a su alrededor:
- ¡¡¡EDU!!!- gritó Erika.
La chica apretó los puños y trató de moverse, a pesar del dolor. Sin embargo, la punta afilada de la espada del enemigo apuntó nuevamente hacia ella:
- Ahora te toca a ti.
En aquella ocasión Erika no cerró los ojos, sino que miró de frente al enemigo, seria y decidida. Si tenía que morir, al menos lo haría siendo valiente, como lo había demostrado su amigo. No flaqueó ni un solo instante, ni en el momento en que la espada volvía a lanzarse hacia ella.

Lejos de lo que imaginaba, Rex apareció justo en el último momento y de un duro placaje envió rodando por el suelo al joven de negro. Se dirigió a la chica:
- ¿¡Estás bien!?
- ¡Sí!- asintió Erika- ¡gracias, Rex!
En ese momento el resto de sus amigos se reunieron con ella, dándole la espalda y sin apartar los ojos del enemigo:
- ¡¡Alana, Rex, id a curar a Eduardo!!- ordenó el mago- ¡¡Cristal y yo cubriremos a Erika!!

La mujer y el perro asintieron con la cabeza y se alejaron en dirección al chico herido, mientras Jack sanaba con su magia las heridas de la chica. Erika, al ver a su amigo de la infancia herido un poco más lejos, entristeció de repente. Él la había protegido para salvarla, y ella no pudo hacer nada por evitarlo:
- Jack, lo siento…- se disculpó la joven elegida, con la cabeza baja y los ojos llenos de lágrimas- no he podido…por mi culpa, Edu está…
- ¡¡No digas nada!!- la cortó tajante el mago- ¡¡has hecho lo que has podido, y Eduardo no morirá tan fácilmente!!
La chica levantó la cabeza, sorprendida, mientras Jack le decía las siguientes palabras:
- ¡¡Si alguien tiene que morir, esos somos nosotros!!- exclamó su compañero, firme y decidido- ¡¡no lo olvidéis nunca, somos vuestros guardianes…y si hace falta, os protegeremos con nuestra propia vida!!
Erika, perpleja y asombrada, tan sólo pudo decir:
- Chicos…yo…

No terminó de hablar porque en ese momento volvió la vista al frente. El chico de negro se levantó nuevamente y, tras recoger sus gafas y espada del suelo, volvió a mirarlos. Todos los presentes se sorprendían con la increíble paciencia y dominio del control de sí mismo que tenía el joven miembro de la organización Muerte. A diferencia de otros miembros contra los que se enfrentaron, aquel chico no parecía en absoluto despreocupado ni desesperado por acabar con su objetivo.
Siempre se mantenía tranquilo y sereno, como si tuviera la situación bajo control. Se dirigió a ellos con total tranquilidad:
- Parece que, después de todo, no sois unos guardianes tan débiles como pensaba…- y luego añadió seriamente- lo siento, pero este combate ya ha durado demasiado…voy a poner fin a esto de una vez por todas.

El chico de negro empuñó con fuerza y usando sus dos manos la espada que portaba. Cerró los ojos por un momento mientras se concentraba y una maligna aura oscura rodeaba por completo su cuerpo. La tremenda fuerza que estaba acumulando el miembro de la organización Muerte en su arma levantaba viento y ráfagas de aire a su alrededor.
Eduardo, que se había recuperado un poco, terminó de levantarse con la ayuda de Alana y Rex. Sentía un fuerte dolor en el pecho y aún goteaba sangre de su herida, pero trataba de mantenerse firme y de resistir el dolor todo lo que podía. Levantó la vista con dificultad al frente, respirando entrecortadamente:
- ¿Qué es…eso?- preguntó el joven.
- No lo sé…- respondió Rex- pero me da muy mala espina.
- Tengo un mal presentimiento…- comentó Alana, también insegura.

Todos permanecían en sus puestos, con las armas en las manos y en guardia, preparados para luchar. Sin embargo, fue Jack el primero en darse cuenta de la terrible realidad. Su rostro cambió radicalmente de expresión y una mueca de miedo y de terror se dibujó en su cara. Con sólo ver el aura oscura que envolvía al enemigo y su arma que brillaba con un destello de oscuridad, supo que debían salir de allí cuanto antes. Se giró a sus compañeros y les gritó:
- ¡¡Corred, huid de aquí!!
El resto del grupo lo miró perplejo, mientras el joven de negro acumulaba energía oscura en su espada:
- ¿¡Qué!?- exclamaron todos.
- ¡¡Es demasiado fuerte para nosotros, no podemos vencerle!!- gritaba el mago- ¡¡ése chico no es humano…tenemos que huir de aquí!!
- ¡¡Pero, Jack…!!- exclamó Erika a su lado- ¡¡espera, no podemos!!
- ¡¡No digas nada!!- la empujaba su compañero- ¡¡tú sólo corre…CORRE!!
A juzgar por el rostro asustado y aterrado del mago, los demás supieron que iba en serio, no se trataba de ninguna broma. Pocas veces veían a su compañero así y sabían que lo mejor era obedecerle.

Enfundaron sus armas y echaron a correr con todas sus fuerzas en dirección contraria al enemigo, mientras éste terminaba de acumular energía. Cuando por fin terminó y ya tenía listo su ataque, el miembro de la organización Muerte abrió los ojos. No mostró ninguna expresión en su rostro al ver a sus objetivos correr en la lejanía, a mucha distancia desde su posición:
- Es inútil que corráis…vuestro destino está decidido desde el mismo momento en que me presenté ante vosotros…
Apuntó con su espada al grupo que corría a lo lejos y luego la empuñó con las dos manos mientras se ponía en guardia:
- ¡¡Estocada Oscura!!- exclamó el chico de negro.

Lo que ocurrió a continuación dejó el corazón de Eduardo entre dos latidos y con un auténtico terror que muy pocas veces había sentido a lo largo de su vida, únicamente cuando estaba al borde de la muerte.
El enemigo llegó rápidamente hasta ellos a una velocidad sobrehumana y, con su increíble fuerza, atacó con veloces estocadas a todos los miembros del grupo, en una sucesión de repetidos golpes a casi la velocidad de la luz.
Todos gritaban de dolor, sin excepción, en medio de aquella masacre sangrienta. Sentir cientos de filos de espada a cada segundo cortando y rajando todo su cuerpo era sin duda una verdadera tortura, llegando algunos incluso a desear cuanto antes la muerte. Los siguientes segundos que duró la técnica del enemigo les parecieron eternos a insoportables, en los que poco a poco iban perdiendo la luz y sumergiéndose en las oscuras tinieblas.

Inconscientemente Eduardo abrió poco a poco los ojos y comprobó que ya había pasado la tortura. Estaba tumbado boca arriba en el suelo, jadeando y con dificultad de respiración. Le dolía todo el cuerpo, lleno de heridas y cortes, y no podía moverse. Sentía su corazón latiendo débilmente y fue precisamente eso lo que lo dejó más desconcertado y confuso. Se dijo a sí mismo, sorprendido:
“Es extraño…a pesar de todas estas heridas…ninguna de ellas ha apuntado a mis órganos vitales…”- pensó en su mente- “¿Qué significa esto? Después de todo este tiempo luchando en serio… ¿Por qué se detiene ahora? ¿Es que acaso…no tenía intención de matarnos?”

Volvió a la realidad en el mismo momento en que el chico de negro se detuvo en pie frente a él. Su cuerpo ya no estaba envuelto en un aura oscura y su espada manchada con la sangre de sus amigos había dejado de brillar. Volvió a su estado inicial y permanecía igual de tranquilo y sereno que al principio del combate. Eduardo tenía la impresión de que, para su enemigo, aquel combate no le había supuesto ningún esfuerzo. Se dirigió a él con indiferencia:
- Tranquilo, tus amigos siguen vivos…- le comunicó pacientemente- eres la causa que desencadenó toda esta pesadilla, y por ello tú mereces ser el primero en morir…
Al ver alzar a su enemigo la espada para rematarle, Eduardo palideció por completo y en su rostro sólo se reflejó miedo y terror. Trató de moverse inútilmente mientras gemía y gritaba de dolor, pero era imposible. Su cuerpo no le respondía:
- Adiós, elegido de la llave espada.
El chico cerró los ojos, esperando la muerte. En su estado no podía defenderse y, con todos sus compañeros debilitados, nadie podía acudir en su ayuda. Estaba completamente débil y a merced del enemigo. Tan sólo un trágico final le esperaba sin remedio.

Sin embargo, ocurrió algo inesperado.

Una gran bola de fuego alcanzó por sorpresa al chico de negro, que explotó frente a los ojos abiertos de Eduardo. La potencia de la explosión empujó brutalmente al joven, que rodó por el suelo un poco más lejos.
El chico, tumbado boca abajo, trató de apoyarse con los brazos. Afortunadamente no le había alcanzado de lleno la explosión, pero la onda expansiva sí que lo empujó y dejó un par de rasguños y arañazos más a su cuerpo. Al levantar la vista al frente, su rostro palideció por completo y, con los ojos y la boca abierta, contempló con sus propios ojos horrorizados lo que tenía delante.

El que atacó al miembro de la organización Muerte no era otra cosa que una extraña criatura con forma demoníaca, que andaba sobre dos y cuatro patas. Su ancha musculatura corporal y piel marrón delataban su tremenda fuerza física y naturaleza monstruosa. Tenía dos grandes cuernos en la cabeza, feroces colmillos, ojos de bestia salvaje, garras y uñas afiladas y lo que era mucho más sorprendente e increíble: estaba rodeado de fuego. Sus patas, muñecas y tobillos desprendían auténticas llamas de verdad, y no parecía afectarle en absoluto. Era como si aquella criatura extraordinaria estuviera hecha y viviera del propio elemento fuego.

El chico no podía creer lo que veía. Le parecía mentira que aquella criatura hubiera acudido en su ayuda:
- ¿¡Pero qué…qué es…eso!?- exclamó, asombrado y con la boca abierta.
En ese momento una silueta humana apareció a su lado, que se agachó junto a él. Le dijo, bastante preocupado:
- ¡¡Eduardo!! ¿¡Estás bien!?
El joven volvió a sorprenderse cuando miró al nuevo individuo, y se quedó sin habla al darse cuenta de quién era. Se trataba de la persona que menos esperaba en aquel momento y que casi había olvidado por completo:
- ¡¡Alejandro!!
El mago enseguida tocó con su mano el pecho del joven y ésta empezó a brillar intermitentemente en verde. En ese instante Eduardo sintió una increíble magia curativa recorrer todo su cuerpo, que restableció y sanó sus heridas en tan poquísimos segundos que ni él mismo se lo creía.
Todavía perplejo y asombrado, Eduardo se sorprendió como nunca antes lo había estado al sentirse casi muerto hasta hace unos instantes y ahora completamente recuperado. Cuando Alejandro intuyó que lo había sanado por completo, separó su mano y se puso de pie frente a él, dándole la espalda:
- ¡¡Espera!!- exclamó el chico- ¿¡Cómo es que..!? ¿¡Cuándo has…!?
- Tranquilo, todo saldrá bien- dijo el nuevo individuo, que luego añadió con un gesto de mano- mantente detrás de mí, yo me encargo de esto.

El chico de negro se levantó nuevamente del suelo, en esta ocasión bastante herido y con los cristales de las gafas rotos. Debajo de sus ropajes negros destrozados tenía la piel quemada y numerosas heridas con sangre se extendían por todo su cuerpo. Jadeaba de cansancio y respiraba entrecortadamente, pero lo más sorprendente es que no parecía preocuparle sus heridas. Seguía manteniéndose tranquilo y sereno, y no había dejado de estarlo en todo el combate:
- Así que un G.F…- comentó, observando a la criatura- desde luego, estos condenados elegidos siempre cuentan con un as bajo la manga…qué difícil resulta librarse de ellos…
Mientras se levantaba, Eduardo se quedó perplejo al oír del enemigo la palabra “guardián de la fuerza”. Al fijarse mejor en el monstruo que tenía delante, supo lo que en realidad era aquella inesperada aparición. Tenía ante sus ojos a un G.F, a una nueva invocación, a un auténtico guardián de la fuerza.

- Márchate por dónde has venido y déjalos en paz, o no saldrás vivo de este lugar- amenazó Alejandro seriamente.
El chico de negro esbozó una media sonrisa mientras empuñaba su arma en la mano:
- Te conozco…eres ese famoso mago legendario del que todo el mundo habla…no has dejado de estorbarnos todos estos años…y ciertamente eres una gran molestia para nuestros planes.
El miembro de la organización Muerte se puso en guardia y dijo, con indiferencia:
- Lo siento, pero he venido a cumplir con una importante misión…y sería una pena dejar el trabajo a medias…

Eduardo y Alejandro se sorprendieron al ver al enemigo echar a correr rápidamente a un lado y no directo hacia ellos. Se dieron cuenta de lo que pretendía cuando vieron que corría hacia una joven tumbada en el suelo, inconsciente:
- ¡¡¡ERIKA!!!- gritó el chico, que trató de correr hacia ella.
- ¡¡No lo permitiré!!- exclamó Alejandro, que hizo un gesto de brazo en dirección a la chica- ¡¡Ifrit, protégela!!

El G.F. reaccionó a la orden del mago con majestuosa capa y se lanzó volando a toda velocidad hacia Erika, con un grito de furia. Ambos se movían con gran rapidez, e incluso Eduardo dudaba de que la invocación llegara a tiempo para salvarla. Fueron unos segundos de alta tensión e intriga, en los que se podía esperar cualquier cosa.
Justo cuando todo parecía perdido y la chica estaba a punto de morir, el joven de negro abatió su espada junto a ella mientras gritaba:
- ¡¡Muere!!
Sin embargo, el filo de la espada no llegó hasta su objetivo. Eduardo, temblándole todo el cuerpo y con el corazón sobrecogido por los nervios, descubrió asombrado que Erika se había salvado.
Ifrit se había interpuesto entre ella y la espada, que atravesó uno de los brazos con los que la invocación se cubría. La sangre del G.F. caía como gotas al suelo mientras Ifrit miraba al enemigo con furia salvaje irradiando de sus ojos. El chico de negro y la invocación se quedaron cara a cara y ninguno de los dos retrocedía ante el otro. El miembro de la organización no parecía tener miedo de un guardián de la fuerza.

Antes de que el enemigo tuviera oportunidad de actuar, Alejandro asintió con la cabeza al G.F. y éste supo lo que tenía que hacer. Ifrit apartó de un empujón la espada de su rival, desestabilizándolo por unos segundos, y con la otra garra le arañó brutalmente el pecho y lo lanzó por los aires con una fuerza sobrenatural hasta caer rendido en el suelo, un poco más lejos.
A continuación, el guardián de la fuerza saltó a gran altura en el aire y entre sus garras comenzó a acumular energía ígnea. En ese momento expulsó fuego de su cuerpo y lo lanzó a los alrededores del enemigo, envolviéndolo en un mar de llamas. Acto seguido conjuró una gigantesca bola de fuego, mucho más grande que él.
Eduardo no daba crédito a lo que veía. Permanecía asombrado y con la boca abierta ante el increíble poder del G.F:
- ¡¡Y ahora, Ifrit…!!- ordenó Alejandro- ¡¡Llamas del infierno!!
La invocación, empleando toda la que fuerza que tenía en sus poderosos brazos y garras, golpeó brutalmente la enorme bola de fuego y ésta cayó directa en el objetivo, provocando una increíble explosión a gran escala. Las fuertes ráfagas de viento de la onda expansiva empujaron rodando los cuerpos inconscientes del resto del grupo.

Tras el poderoso ataque, la humareda que envolvió el lugar se disipó poco a poco. Eduardo, Alejandro e Ifrit se mantuvieron en guardia, preparados para luchar en cualquier momento.
Lejos de lo que esperaban, en el fondo del nuevo cráter provocado por el ataque del G.F. estaba el chico de negro, tumbado boca abajo en el suelo, inerte. Después de varios segundos de incertidumbre y de pensar que ya estaba muerto, se equivocaron en el momento en que éste comenzó a mover sus extremidades.
Eduardo, enfadado y apretando los puños y dientes, estuvo a punto de correr para atacarlo y rematarlo. Ahora que estaba débil, era el mejor momento para acabar con su vida. Sin embargo, Alejandro lo detuvo bloqueándole el paso con el brazo:
- ¿¡Pero qué haces!?- replicó el chico, enfadado- ¡¡ahora es el momento de acabar con él!! ¿¡Es qué no lo ves!?
El mago, completamente serio y calmado, le dijo:
- Mírale…en su estado ya no puede hacernos nada…el combate ha terminado, ya no merece la pena luchar.

Eduardo volvió la vista al enemigo, que trataba de levantarse lenta y dificultadamente apoyando los brazos y manos en el suelo. Estaba gravemente herido, respiraba entrecortadamente, jadeando, y la sangre brotaba de sus heridas. Sin duda, no estaba en condiciones de luchar. Cualquiera podría acabar con él sin esfuerzo en aquellos momentos:
- En su estado no llegará muy lejos…- comentó Alejandro- dejemos que la gravedad de sus heridas terminen de acabar con su vida.
Eduardo no tuvo más remedio que esperar, aguantando y conteniendo la rabia que sentía por dentro. Ambos vieron cómo el chico de negro utilizó las últimas fuerzas que le quedaban para conjurar un agujero oscuro a su lado, al cual se internó arrastrándose por el suelo. Una vez dentro, el joven miembro de la organización Muerte le dirigió una última mirada a Eduardo, antes de desaparecer junto a la brecha oscura, sin dejar rastro.

Una vez terminado el combate, Ifrit no vio la necesidad de seguir en el exterior. Eduardo fue testigo, perplejo y asombrado, de cómo el guardián de la fuerza se vio envuelto en una luz blanca y desapareció en ella. Lo que más le sorprendió fue ver cómo el espíritu del G.F. volvía al interior de la esfera roja que Alejandro llevaba de colgante en el cuello. En ese instante lo entendió todo y supo por qué la invocación obedecía cada una de las órdenes del mago.

Le parecía increíble que el famoso mago legendario Alejandro, el mismo que luchó junto a ellos en Nautigh, estuviera allí para salvarles. De no ser por él seguramente no lo habrían contado y en aquellos momentos estarían muertos a manos del chico de negro de la organización Muerte.
Ahora creía entender por qué se le consideraba uno de los magos más poderosos de Limaria, y es que llevar un G.F. encima era algo de extrema rareza. Sólo un reducido número de personas eran los que portaban a un guardián de la fuerza, ya que existían muy pocos en todo el mundo, y los que gozaban de su extraordinario poder eran considerados muy fuertes y peligrosos.
Ahora tenía una cosa muy clara, y es que Alejandro era el portador de la esfera del G.F. del elemento fuego, Ifrit.

El mago legendario lo despertó de sus pensamientos cuando le dijo:
- ¡Vamos, Eduardo, tenemos que curar a tus amigos heridos!
El chico sacudió rápidamente la cabeza y asintió diciendo:
- ¡Sí, vamos!
Los dos corrieron a sanar con objetos y la magia cura al resto del grupo debilitado. Mientras lo hacían, Eduardo no dejaba de pensar en la última mirada que le había dirigido el joven de negro, antes de desaparecer en el agujero oscuro.
Sea lo que sea lo que significara, después de unos segundos de intriga e incertidumbre, el chico finalmente decidió no pensar más en ello. Lo importante ahora era que habían esquivado por muy poco los brazos de la muerte y que estaban a salvo, por el momento.

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