viernes, 10 de abril de 2015

Crónicas de un amor platónico (parte 24)



Los dos años de Bachillerato transcurren sin ningún tipo de momento o acontecimiento importante que destacar, salvo claro está los mismos estudios. Y resulta que es ahora cuando me doy cuenta de lo realmente importante que significa esta etapa para todas nosotras y nosotros, al contar con los estudios superiores pos obligatorios. Es ahora cuando de verdad siento la presión que supone estudiar en cursos avanzados, así como también la de prepararse para entrar en la universidad, objetivo hacia el que nos dirigimos la gran mayoría del alumnado.

Y hacia ese mismo fin también nos dirigen los profesores, quienes nos meten literalmente caña y nos ponen las pilas, mandándonos el doble de trabajo y el doble de esfuerzo. Lo noto principalmente en los ejercicios y los deberes, en las propuestas de trabajo y los seguimientos, en la cantidad de información y actividades específicas, en los exámenes y las pruebas de evaluación, y sobretodo en la repetida pronunciación de una palabra que de tanto oírla me tiene incluso hasta las mismísimas narices.

Sí. Todos los profesores y profesoras coinciden en la siempre cansina repetición de la existencia y próxima  cercanía de un monstruo llamado "PAU" (Prueba de Acceso a la Universidad), al cual nos preparan para enfrentarnos en menos de un año.

A pesar de que soy perfectamente consciente de que superar la PAU con una nota u otra cambiará mis posibilidades de estudios universitarios, lo cierto es que a diferencia de mis compañeros y compañeras, a mí no me asusta en absoluto. Mientras que los demás ya tienen claro lo que quieren estudiar y saben la nota mínima que deben alcanzar, yo por mi parte intento estudiar con tranquilidad y sin esforzarme demasiadas horas. Más o menos las mismas que dedicaba en la ESO, quizá un poco más o un poco menos, dependiendo de la ocasión y del examen en particular.
Como yo no tengo claro lo que voy a estudiar ni a qué me gustaría dedicarme, yo sigo estudiando a mi ritmo, sin prisa pero sin pausa, y sigo obteniendo las mismas notas que antes.

Mi plan es estudiar en la universidad una carrera a la que pueda aspirar con mi nota final obtenida en la PAU. Así de fácil y sencillo, sin complicarme la vida.

Y mientras sigo estudiando en un intento de tranquilidad, aunque desde luego más agobiado y con más presión que en la ESO, noto algo que me sorprende: que últimamente ya no pienso tanto en Érika. Pienso que debe de ser por los estudios, ya que al tener la cabeza ocupada de lleno en algo, apenas recuerdo pensar en ella. En cierta parte me parece bueno, porque al menos no sufro tanto pensando en lo poco que la veo, pero por otro lado también me resulta malo, ya que esto podría suponer el comienzo de olvidarme de ella, y quizá para siempre.

Sin embargo, algunas de las personas a las que hace años confesé mi amor por Érika todavía recuerdan las sinceras palabras de mi amor platónico. Y lo sé porque más de una me pregunta, si surge el típico tema de las relaciones de pareja años después, que si sigo enamorado de ella. A la gran mayoría les respondo con un rotundo no, afirmando que eso es cosa del pasado y que ya está olvidado, con la esperanza de que cierren el tema y me dejen de una vez en paz. Lo cierto es que no tengo ganas de seguir contando mi secreto a nadie, y por eso trato de cerrar el rumor vicioso para ir ganando fama de otra vez soltero y sin intenciones de compañía platónica.

No obstante, una de esas personas con las que tiempo atrás tuve más confianza, le respondo afirmativamente con un sí, declarando que aún estoy enamorado de ella. La pregunta que me hace a continuación, tras hacer cálculos y decirme que llevo ya más de siete años enamorado de la misma persona, me trastoca y me deja de pronto asombrado.

"¿Te gustaría tener hijos con ella?"

La pregunta me pilla por sorpresa, e inmediatamente respondo con una evasiva, mostrando aparente indiferencia. La verdad es que hasta ese momento nunca me he planteado la cuestión de un posible futuro con Érika, y mucho menos el de formar una familia con ella. A primera vista me parece un interrogante tan lejano que pienso todavía está a años luz, y que por supuesto tardará mucho en llegar. Aún soy demasiado joven para eso, y es algo de lo que desde luego todavía no debería preocuparme.
Además, como ahora mismo no estoy pensando tanto en Érika y no la veo igual que antes, en realidad la idea me echa un poco para detrás. Pienso que no es el momento de pensar en eso, y que ahora tengo otros asuntos mucho más importantes que tratar, como el terminar mis estudios. Y eso es en lo que debo concentrarme ahora.

Sin embargo, en el preciso momento en que esa persona me hace la pregunta, no puedo evitar imaginarme por un instante la situación, y de pensar a continuación con lógica en mi cabeza:

"¿Érika, la madre de mis hijos? ¿Pero qué disparate es ése?"

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