lunes, 20 de julio de 2015

Crónicas de un amor platónico (parte 36)


Ha pasado un año desde que fui como maestro de prácticas al colegio donde estudié siendo niño. Durante esas siete semanas no solo volvieron recuerdos y sensación de nostalgia, sino que también regresaron a mí sentimientos que hasta ese entonces había creído perdidos para siempre. Nunca imaginé, en ningún momento de mi infancia y adolescencia, que algún día volvería al mismo centro donde estudié, ni tampoco que volvería a enamorarme de la misma persona por segunda vez. Resulta curioso descubrir cómo los caminos de la gente vuelven a cruzarse, del mismo modo que los sentimientos vuelven a transformarse. ¿Será cosa del destino? ¿De la casualidad? ¿O tal vez no es más que otra pequeña parte de "lo inevitable"? Sea lo que sea lo cierto es que los hechos suceden, sin más, y a menudo no se sabe por qué. Simplemente ocurren.

Érika y yo volvemos a coincidir juntos en la misma clase, durante nuestro cuarto y último año de carrera universitaria. El principal motivo se debe a que ambos elegimos la mención de Inglés, queriendo ser los dos maestros especialistas en la enseñanza de la lengua extranjera Inglés. Elijo esta mención porque desde siempre se me ha dado bien dicha lengua, y también porque considero que podría ser un buen profesor para enseñársela a niños y niñas de Primaria. Aunque al principio iba con intenciones de ser maestro de Educación Física, al final opto por los idiomas. Las recientes opiniones por parte de alumnos y profesores, los planes de la Consejería de Educación, y tal y como se presenta el cercano futuro bilingüe en las escuelas, creo que he tomado la decisión acertada.

De esta manera comparto aula de nuevo con la persona que acaba de convertirse por segunda vez en mi amor platónico, y con quien vuelvo a rememorar algunos de los momentos vividos en el colegio o en el instituto. Así, por ejemplo, vuelvo a ponerme nervioso cuando Érika está cerca, cuando hablo con ella, cuando se dirige a mí por mi nombre, cuando la veo de lejos pasar, cuando recibo un mensaje suyo por el móvil, cuando veo su coche aparcado, cuando me lleva en él las ocasiones en que no dispongo del mío, cuando nos despedimos, cuando me sonríe, cuando me da las gracias... En todos ellos mi corazón vuelve a latir a tanta velocidad a como lo hacía cuando la miraba en el colegio siendo niño, o en el instituto siendo adolescente.

Los síntomas y sus evidencias aumentan del mismo modo cuando a veces, al mirarla a los ojos, desvío de repente su mirada, sonrojado hacia otro lado. También suelo sonreír inconscientemente con esa maldita sonrisa tonta enamorada, igual que lo hacía cuando era pequeño. Para mi sorpresa, y por supuesto absoluta vergüenza, me estoy comportando como lo hacía cuando era un chiquillo adolescente. ¡Y encima siendo un hombre adulto de veintidós años!

Son varios los momentos que paso con Érika en nuestro último año de carrera universitaria. Entre ellos mis repentinos parones y posteriores silencios en las presentaciones al resto de la clase, cuando al mirarla a los ojos sentada entre el público de pronto me quedo en blanco y me cuesta volver a hablar. También los esquivos de miradas en las clases de Plástica, donde evito mirarla y me concentro en mi trabajo para que no se note mi estado emocional. Aún así, hay momentos en los que estamos tan cerca el uno del otro que es imposible no mirarnos. Y lo peor de todo es que, a veces en esos mismos momentos, incluso mis nervios me ponen tan nervioso que tiemblo por dentro y no le digo nada. Pasamos al lado sin decirnos absolutamente nada.

Mi mayor miedo, después de todo este comportamiento inmaduro e infantil, es que Érika piense que paso de ella, que para mí no es nadie, que es otra compañera de clase más. Tengo miedo porque me da la impresión de que es así como la trato, y así es como debe de verme ella a sus ojos. Tengo miedo porque me invaden los nervios, la sensación del qué pensará de lo que hago o dejo de hacer, de lo que digo o lo que demuestro. Vuelve a asaltarme el miedo de la duda, de lo incierto, de la intriga...y eso mismo es precisamente lo que me impide tratar a Érika, lo que hace que me aparte y me aleje de ella.

Pese a todo, cuando no estoy en clase, todavía pienso continuamente en ella. Y el estado de mis emociones se plasma en un poema que escribo recientemente, como prueba de lo que siento. Dicho poema, al que titulo "Sonrío", dice así:

Te veo y sonrío
Te oigo y sonrío
Tu sola presencia me hipnotiza
de tal forma que me paraliza
Te imagino y sonrío
Te recuerdo y sonrío
Tu sola voz me tranquiliza
pero a la vez me aterroriza
Te admiro y sonrío
Te añoro y sonrío
Tu sola sonrisa me anima
a la vez que me ilumina
Te niego y sonrío
Te aparto de mi mente y sonrío
Tu sola mirada mi infunde paz
y al mismo tiempo cálida seguridad
¿Qué será pues, esto que siento, con solo ver tu imagen?
No se trata de odio,
pero creo que tampoco amor.
Lo único que sé
es que cuando te veo y oigo,
cuando te imagino y recuerdo,
cuando te admiro y añoro,
e incluso cuando te niego y aparto de mi mente,
no importa la distancia.
Siempre sonrío al pensar en ti.

A medida que pasa el tiempo, más me doy cuenta cada día de que estoy enamorado de Érika. Y esa sensación de extrañarla la siento sobretodo durante los meses de prácticas en otro colegio este último año. Los dos elegimos centros diferentes, y pasamos más de seis meses separados volviendo a ejercer como maestros de prácticas, esta vez en la mención de Inglés. Todas las mañanas en mi nuevo colegio la extraño y pienso en ella. Echo de menos verla en las jornadas lectivas, cruzarnos por los pasillos, en la sala de profesores, sentarnos juntos y charlar en los recreos... A pesar de tener a otra nueva compañera de prácticas, siento que no es lo mismo sin Érika. Me deprimo un poco al saber cada mañana que no voy a verla, cuando antes lo hacía todos los días.

Al cabo de los siguientes meses, mientras hago mis prácticas como maestro de Inglés, pienso en ella. Pero sobretodo también pienso en mí, en mi felicidad, en lo que realmente quiero...y por fin llego a una conclusión.

He tomado una decisión.

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